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El litio es un medicamento que se receta para tratar y prevenir trastornos mentales como depresión, bipolaridad, manía, esquizofrenia, incapacidad de controlar los impulsos, etc.
Se recomienda tomar la dosis prescrita a la misma hora todos los días y seguir las instrucciones del médico durante todo el tratamiento puesto que éste puede ir modificando la dosis en función de la evolución y la reacción del organismo, así como la dieta que se recomienda de forma complementaria, que suele ser equilibrada en líquidos y sal. Lo más importante es que nunca se debe dejar de tomar el litio sin hablar con el médico.
El tratamiento con litio conlleva el riesgo de que si no se ajusta bien la dosis o el paciente no realiza correctamente el tratamiento puede llegar a ser tóxico para el organismo y por eso es importante ir realizando controles analíticos de sangre.
Los niveles altos de litio en sangre puede dar síntomas de boca seca, sed, pérdida de sabor al ingerir alimentos, dificultad de controlar la motricidad fina de las manos, exceso de salivación, estreñimiento, indigestión, caída del pelo, picores, pérdida del hambre, labios hinchados, dolor articular y muscular, dolor de estómago, palidez, acné, sarpullido, etc.
Si notas alguno de estos síntomas debes realizarte el Test de Litio para que puedas detectar o descartar una alteración en los niveles de litio en sangre. Pero también puedes hacerte esta prueba como control rutinario.
Sin embargo, si detectas algunos efectos secundarios más severos como debilidad excesiva, convulsiones, ganas de orinar frecuentes, descontrol de los movimientos, desmayos, presión en el pecho, alucinaciones, latido anormal del corazón, dolor de cabeza, manos y pies, confusión, inflamación en las extremidades inferiores, dolor de cabeza, confusión, somnolencia, temblores, vómitos, rigidez muscular, visión borrosa, vértigo, zumbido de oídos o trastorno del habla, etc, debes acudir al psiquiatra para que te modifique la dosis inmediatamente.