¿Cómo afecta la primavera al estado de ánimo?

Publicado por: Ángel Amilibia Hergueta

Como bien dice el refranero popular, ‘la primavera, o te adormece o te altera’. Esto no significa más que el cambio de estación que se da desde el invierno a la primavera provoca alteraciones en nuestro organismo, tanto a nivel físico como a nivel mental. La alteración más común y por ello la más conocida que se sufre en esta época es la llamada astenia primaveral.

La astenia primaveral es un tipo de trastorno provocado como reacción al cambio de estación que más de la mitad de las personas ha sufrido alguna vez, y cuyo síntoma principal es el cansancio generalizado sin un motivo aparente, lo que a menudo suele venir acompañado de un bajo estado de ánimo y una cierta sensación de melancolía. Por lo tanto podemos afirmar que en muchos casos la primavera altera nuestro estado anímico, y esto es debido a que con el cambio de estación aumentan las horas de luz, varía la presión de la atmosfera, cambian nuestros hábitos y se dan otros cambios climáticos que alteran nuestros ritmos biológicos y nos generan un cierto desequilibrio que no todos encajamos de la misma manera ni con la misma facilidad.

La población más predispuesta a sufrir la astenia son las mujeres de mediana edad, que además son las que en esta época acuden con mayor frecuencia a las consultas médicas para detectar dicha astenia y ponerle remedio. Aunque existen multitud de síntomas, los que suelen manifestar de forma habitual son los siguientes:

• bajada de la tensión arterial, lo que puede generar mareos por ejemplo al levantarse de la cama.
• sensación de cansancio generalizada y menor vitalidad.
• tristeza y debilidad emocional, que por ejemplo pueden derivar en ganas de llorar sin una causa aparente.
• dolor de cabeza (o crisis de migraña en caso que la persona ya tuviera antecedentes).

Resulta interesante afrontar la llegada de la primavera en las mejores condiciones posibles de salud y con buenos niveles de defensas, para que la astenia primaveral nos afecte en el menor grado posible. Un análisis de sangre a nivel preventivo, por ejemplo, permitirá detectar alteraciones, carencias o desviaciones de la normalidad y actuar para corregirlas.