Publicado por: Ángel Amilibia Hergueta | ISNI: 0000000517782974
A raíz de la reciente detección de un caso de difteria detectado a un niño de 6 años, en los últimos días se hablado mucho de esta enfermedad infecciosa, que llevaba casi 30 años sin manifestarse en España.
La difteria es una enfermedad infecciosa aguda epidémica que ataca sobre todo a los niños menores de cinco años y a adultos mayores de 60 años, y afecta a amígdalas y a vías respiratorias, con una evolución rápida y explosiva hacia el agravamiento.
Los síntomas iniciales, que son similares a la gripe o la amigdalitis, aparecen entre los 3 y 9 días del contagio y consisten en dolor de garganta, aparición de ganglios en el cuello, dificultad al tragar, dificultad respiratoria y en ocasiones la creación de una membrana en la garganta. A veces se acompaña de lesiones cutáneas, y en raras ocasiones de úlceras o sarpullidos en zonas oculares y genitales. Se trasmite igual que la gripe, por vía respiratoria, y por lo tanto con estornudos, contaminación el aire en ambientes cerrados y contacto entre personas...
Existen pacientes contagiados que no desarrollan ningún síntoma ni padecen la enfermedad pero en cambio sí son capaces de trasmitirla, incluso durante 4 semanas, a no ser que sean medicados con antibióticos (en cuyo caso las posibilidades de contagio se reducen a 4 días).
La vacuna contra la difteria es la llamada triple DTP (difteria/tétanos/tos ferina) y la vacunación preventiva es muy eficaz, con un 95% de éxitos y aunque existe la posibilidad de que existan efectos locales adversos, estos son locales, leves y temporales en forma de eritema o sarpullido en la zona de la vacuna.
La difteria puede manifestarse con mayor o menos virulencia: si bien hay muchos pacientes ni siquiera tienen síntomas, otros pueden tener síntomas moderados y otros los pueden tener muy graves, que ocasionan problemas respiratorios, cardíacos y neurológicos capaces de provocar la muerte. De hecho, la tasa de mortalidad en los pacientes que desarrollan complicaciones es de uno de cada 10 casos.
Históricamente, la difteria ha sido terrorífica para la humanidad y ha producido brotes devastadores: el brote de 1880 en Estados Unidos y Europa alcanzó una mortalidad del 50%, y durante la 2ª Guerra Mundial se ocasionaron más de 50.000 muertes. Sin embargo actualmente con los tratamientos modernos, la mortalidad en los brotes está en torno al 10%.
La batalla contra la difteria todavía no está ganada, ya que hace apenas 20 años aún se documentaron casi 50.000 casos de difteria, si bien teniendo en cuenta que se producen en países con pocos controles sanitarios es altamente probable que hubiera muchísimos más.
Aunque existen vacunas en las que su utilización quizás puede ser optativa (puesto que los efectos que provoca la enfermedad que previenen no son graves), hay otro tipo de vacunas como la difteria, la polio o la tuberculosis cuya utilización debería ser obligatoria. De hecho, a la humanidad le ha costado millones de muertos y muchos esfuerzos dejar atrás estas plagas, y en mi opinión personal, no debe ser optativo que por una decisión personal, probablemente basada en el desconocimiento de los riesgos, se ponga en peligro la vida los propios hijos y de los de los demás. De hecho no podemos olvidar que la capacidad de inmunización, a pesar de ser magnifica (95%) deja a algunos niños convenientemente vacunados (5%) expuestos al contagio y a una posible muerte por la irresponsabilidad de terceros.
Dr. Ángel Amilibia