Publicado por: Ángel Amilibia Hergueta | ISNI: 0000000517782974
¿Sufres dolor abdominal, distensión, flatulencias, cólicos, diarrea o incluso estreñimiento al tomar leche, mantequilla, yogures, queso, helados o cualquier otro producto que contenga lactosa? ¿Sientes ese malestar cuando tomas ciertos derivados lácteos y no así con otros alimentos que contienen leche?
Estos síntomas pueden ser la evidencia de que padeces intolerancia a la lactosa, un síndrome clínico provocado por la falta de absorción de la lactosa por parte del intestino. Pero también pueden deberse a padecer una mala absorción de la lactosa, una enfermedad inflamatoria intestinal o cualquier otra enfermedad del sistema digestivo. Y es que a leche produce variedad de respuestas anómalas, alérgicas y no alérgicas.
Realizar un test del aliento es recomendable para salir de dudas ante cualquier sospecha de que la reacción que experimentamos en nuestro organismo al ingerir productos lácteos no es normal el primer paso es acudir a la consulta de un médico especialista en Aparato Digestivo. Él realizará un abordaje individualizado en cada paciente, estudiará el caso, emitirá un diagnóstico y nos propondrá un tratamiento ajustado a nuestras necesidades concretas y expectativas.
Tomar la decisión de evitar la lactosa en tu alimentación sin haber consultado con un especialista es un terrible error que puede poner en grave riesgo tu salud. Y es que, entre los mitos más extendidos sobre este síndrome destaca la falsa creencia de que desterrar la leche de la dieta soluciona el problema. Muerto el perro, se acabó la rabia, ¿no? No es tan sencillo. La decisión de evitar o reducir la leche en nuestra alimentación puede provocar la desmineralización del organismo y la descalcificación de los huesos, lo que aumenta la incidencia de fracturas de huesos y puede provocar enfermedades como osteoporosis o, incluso, con cáncer de colon o cáncer gástrico, como cada vez arrojan más estudios científicos.
Pese a que se suele creer lo contrario, detectar la intolerancia a la lactosa y tratarla rápidamente es muy importante. La lactasa es una de las enzimas intestinales más delicadas y vulnerables. Si seguimos tomando lactosa, se agrandará la lesión en la mucosa intestinal y se producirá un círculo vicioso: lesión de la mucosa/malabsorción de lactosa que será cada vez más difícil de solucionar.
Para evaluar un caso de intolerancia a la lactosa, el médico especialista en Aparato Digestivo puede medir la respuesta glucémica a una sobrecarga de lactosa (50 gramos) cada 30 minutos hasta las 2 horas siguientes a dicha ingesta, normalmente divididas en cuatro tomas (0, 30, 60 y 120 minutos). En una situación normal, la glucemia aumenta en 30 mg/dl del nivel basal de glucosa en sangre a las 2 horas, por lo que una ausencia de este incremento glucémico sugiere una deficiencia de la enzima lactasa. Sin embargo, no se considera una prueba espefícica puesto que patologías como la diabetes pueden invalidar el resultado.
El doctor tiene a su disposición varias pruebas:
- Test de hidrógeno espirado o Test de aliento.
- Acidez de las deposiciones.
- Biopsia del intestino delgado.
- Diagnóstico genético (en casos de intolerancia determinada por la genética)
El test de aliento para intolerancia a la lactosa es un método rápido y bastante fiable para detectar la mala absorción de lactosa. Consiste en medir la cantidad de hidrógeno existente en una muestra de aire espirado por parte del paciente. Y es que, el hidrógeno detectado en la respiración indica que el azúcar ha entrado en el intestino grueso no habiendo sido bien absorbido en el intestino delgado. Es ahí, durante el tránsito de la lactosa por el intestino donde las bacterias degradan la lactosa produciendo una gran cantidad de hidrógeno libre. Este gas, una vez en el intestino grueso, es absorbido por el torrente circulatorio para ser eliminado a través de las vías respiratorias.
Esta prueba también se realiza valorando además la presencia de metano para evitar así posibles falsos positivos.
El resultado permite valorar la capacidad del intestino de descomponer la lactosa, lo que determinará el grado de intolerancia del sujeto: alta, media o baja. Si a través del test de aliento se detecta hidrógeno en exceso, quiere decir que estos azúcares no son bien digeridos, es decir, que el organismo es incapaz de absorber la lactosa y esta pasa en forma libre hacia el colon.
Para someterse a un test de aliento para intolerancia a la lactosa, se recomienda que el paciente limite la ingesta de azúcar e hidratos de carbono el día anterior, pero sobre todo, que evite consumir frutas o caramelos. Además, no debe haber tomado antibióticos en un período de tiempo mínimo de una semana antes de la prueba. El día de la prueba, hay que acudir en ayunas. El test no tiene ninguna contraindicación.
Los síntomas asociados a la intolerancia a la lactosa se presentan frecuentemente después de la ingestión de productos lácteos. En concreto, las molestias pueden iniciarse entre 30 minutos y 2 horas tras el consumo de lactosa y su intensidad dependerá de la cantidad ingerida y del déficit enzimático que se tenga. Los principales síntomas son los siguientes:
- Náuseas
- Dolor abdominal
- Espasmos
- Hinchazón y distensión abdominal
- Gases abdominales y flatulencias
- Diarreas ácidas
- Heces pastosa y flotantes
- Defecación explosiva
- Vómitos
- Enrojecimiento periana
Al existir una alteración de las mucosas intestinales también pueden producirse una serie de síntomas inespecíficos en cualquier parte del cuerpo.
- Abatimiento
- Cansancio
- Dolores extremidades
- Problemas cutáneos
- Alteraciones de la concentración
- Nerviosismo
- Trastornos del sueño
La alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV) y la intolerancia a la lactosa se suelen confundir una con otra, pero no son lo mismo. Una diferencia clave entre ambas es que con la alergia a la proteína de la leche de vaca, incluso una pequeña cantidad de proteínas de leche de vaca puede provocar una reacción alérgica. Por el contrario, muchas personas con intolerancia a la lactosa pueden comer con frecuencia pequeñas cantidades de productos lácteos sin presentar síntomas. Pero existen más puntos que distinguen estos dos trastornos.
Alergia a la proteína de la leche de vaca. La reacción alérgica se produce porque el sistema inmunitario identifica las proteínas presentes en la leche de vaca como “dañinas” cuando deberían ser inocuas. Entonces, el organismo libera sustancias químicas como las histaminas. De todas las alergias alimentarias, es en la alergia a la proteína de la leche de vaca en la que se producen más errores de clasificación, ya que la leche produce variedad de respuestas anómalas, alérgicas y no alérgicas. Y también fenómenos de intolerancia, como la intolerancia a la lactosa.
Intolerancia a la lactosa. Está causada por el azúcar presente en una enzima llamada lactasa. En personas con intolerancia a la lactosa el sistema digestivo no es capaz de digerir totalmente este azúcar de la leche porque no produce suficiente cantidad de la enzima lactasa. Por lo tanto, en lugar de ser digerida y absorbida, la lactosa permanece en el intestino y alimenta a las bacterias de la flora, las cuales degradan la lactosa produciendo gran candidad de hidrógeno libre, lo que causan los síntomas de intolerancia.
La alergia a la proteína de la leche de vaca y la intolerancia a la lactosa pueden compartir algunos de los mismos signos y síntomas, entre ellos problemas de alimentación y digestión como los siguientes:
- Gases
- Diarrea
- Barriga hinchada
- Dolores de tripa y retortijones
- Ruidos intestinales
- Ganas de vomitar
Ahora bien, al estar implicado el sistema inmunitario en la alergia a la proteína de la leche también aparecerán otros síntomas, como erupción cutánea con picor, sibilancias, moqueo o tos. Estos síntomas no se observan en la intolerancia a la lactosa.
¿La intolerancia a la lactosa puede aparecer de la noche a la mañana o es resultado de un proceso gradual? Los especialistas señalan que tanto en la intolerancia primaria genética (incurable) como en la intolerancia secundaria (curable), se produce una pérdida progresiva de la producción de lactasa, y por tanto una pérdida gradual de la capacidad de digerir la lactosa.
En el primer caso, la causa es genética. Las personas van notando el modo en que la ingesta de leche les causa cada vez más síntomas. Más del 70% de la población mundial padece de esta intolerancia. En estos casos, no existe curación posible porque el individuo no recupera el enzima. La intolerancia a la lactosa no es peligrosa y es muy común en los adultos, quienes en su mayoría al llegar a los 20 años de edad muestran algún grado de intolerancia.
En la intolerancia secundaria, la disminución de la producción de la lactosa está provocada por un daño intestinal temporal que tiene otra causa: el destete del bebé, Problemas intestinales provocados por virus, bacterias o parásitos, celiaquía, malnutrición ligada a una diarrea prolongada, operaciones quirúrgicas del intestino delgado o la toma de ciertos antibióticos, por ejemplo. Una vez la persona está curada y cuando la mucosa intestinal se ha regenerado, desaparece la intolerancia a la lactosa.
La mayoría de los niños produce lactasa al nacer. Esta enzima es fabricada en mayor o menor cantidad por su organismo en función de la cantidad y calidad de la leche materna. Este fluido que se va adaptando a los requerimientos del lactante a lo largo del tiempo en función de las necesidades energéticas y del desarrollo del recién nacido. Así, aunque al principio el bebé sólo digiere el calostro (agua rica en proteínas, sales minerales y factores inmunológicos); después, el líquido se va enriqueciendo con lactosa y lípidos hasta dar lugar a la leche definitiva, más completa y rica en nutrientes.
Con el proceso del destete del niño, pueden aparecer los primeros desajustes en la fabricación de lactasa, lo que puede llegar a provocar una intolerancia a la lactosa. El hecho de no ofrecerle gradualmente una variedad alimentos que contengan la misma cantidad de lactosa y que le proporcionen los nutrientes que previamente estaba tomando a través de la leche materna puede originar trastornos en su intestino delgado. Es aquí donde se determinará su tolerancia futura a la lactosa.
Pero el destete no es el único factor que puede originar este trastorno. Un niño puede volverse intolerante a la lactosa si una infección o una reacción alérgica daña el intestino delgado. Este daño suele ser temporal, pero pueden pasar semanas o incluso meses antes de que el niño vuelva a tolerar productos lácteos. Otras enfermedades más crónicas, como la enfermedad celiaca, la enfermedad de Crohn o una infección con parásitos también pueden causar una temporal intolerancia a la lactosa.
En otros casos, la intolerancia a la lactosa se desarrolla espontáneamente a lo largo del tiempo. Cuando los niños alcanzan los 3 años de edad, sus cuerpos producen menores cantidades de lactasa que las producidas en el primero o segundo año de vida. En algunos niños, la producción continúa reduciéndose o incluso se detiene totalmente. Frecuentemente, los síntomas de intolerancia a la lactosa aparecen en la adolescencia o adultez temprana.
En cualquier caso, el niño experimentará retortijones, inflamación estomacal, gases, diarreas y náuseas. Ante estos síntomas, es fundamental hablar con el pediatra. Este podrá realizarle los exámenes oportunos o referir al niño a un especialista.
¿Sufres hinchazón, vómitos, o molestias abdominales? Podría ser intolerancia a la lactosa. ¡Descártalo con este test!
Si quieres mejorar tus hábitos alimenticios y aprender a comer bien, un nutricionista puede ayudarte a elaborar una dieta adaptada a tus necesidades.